jueves, 26 de marzo de 2009

poema





En un balcón
duerme la siesta el gato
Un gato negro que sueña
con planicies blancas
y que con su cola
mueve las plantas,
espanta las hormigas
y tira tierra
tira tierra sobre la cabeza,
sobre la cabeza del hombre
que se sueña caminando en una isla
Una isla es el departamento
de la mujer que naufraga
entre películas iraníes
y fantasmas románticos
que le besan el cuello
y no tocan nunca el portero eléctrico
ni la miran a los ojos.
Los ojos del hombre están cansados
por el humo
y el ardor
pero sigue fumando en el balcón,
asomado,
pensando que del otro lado,
del otro lado de la barnada
está el fin del mundo
y que él se balancea
una y otra vez
de acá para allá,
como la cola del gato
que espanta hormigas
que las separa de la fila
y las deja dando vueltas atropelladas
perdidas,
desesperadas
de baldoza en baldoza.
Y de baldoza en baldoza
avanzan los pies de la señora
improvisando una danza inútil
que la hace ir y venir
de la cama al living
mientras mira al gato
apoyado en el balcón
y ve los techos de los edificios
y siente una súbita angustia
improvisada
violenta
como la cola del gato
y la tierra que cae en la cabeza
del hombre que fuma
y mira el humo que baila
y la ciudad que esta allá
después del fin del mundo
porque entre el balcón y la ciudad
está el fin del mundo
Esa ciudad que es transparente
y se balancea
como la cola de un gato
que desarma las filas de hormigas
que separadas
quedan girando como trompos
porque ellas sin su fila
sin su fila se pierden
quedan sin rumbo
La soledad,
algunas veces,
es una pared entre dos pisos.
Y los hombres que duermen despiertos
o los que duermen dormidos
debajo de cruces
están esperando
están esperando a los otros
cada cual en su baldosa
mientras buscan la fila
Morir y vivir es esperar en una baldosa
Es esperar la llegada de los otros

2 comentarios:

Joaquín Martelli dijo...

Hola, Alejandro!
Che, está muy bueno tu blog y las cosas que hacés. La tenés clarusa! Voy a seguir chusmeando.
Te mando un abrazo!

JM

nina ines dijo...

me gusto mucho este, las palabras eran como las hormigas que pasan y pasan y pasan y no se cansan, cargando pedazos de hojas, una tras otra tras otra, hipnotizantes.