En Los combates cotidianos de Manu Larcenet leo: “Pasé mi infancia temiendo que se murieran mis padres. Desde el famoso todo el mundo se muere un día, que me soltó un tío mío en aquel entonces, la cosa se convirtió en obsesiva. ¿Se retrasaba mi madre? ¡Accidente de coche! ¿Llegaba tarde mi padre del astillero? ¡Accidente de trabajo! Así me fui haciendo a la idea de su muerte… Hoy día, cuando eso se acerca, comprendo mejor lo que entonces sólo alcanzaba a vislumbrar… Comprendo que su muerte no será la mía. Lo cual no cambiará nada el inevitable horror del hecho, pero al menos no me confundiré de luto. Es lo menos que puedo hacer por ellos.”
Ahora, en estos días en que lentamente me sumerjo en mis propios combates cotidianos esa frase me retumba y me retumba. Quizás porque me doy cuenta que yo tampoco confundiré el luto cuando esa simple verdad, eso, ocurra .No como antes, no como ese pibe que imaginaba eso como una especie de rigor romántico, como si la muerte de mis padres me pudiera inundar de una especie de melancolía mágica, de una tragedia morbosa y fantástica., como si su perdida me brindase un don poético, un patético y sublime dolor por el cual mi yo se volvería interesante. Lo mismo ocurría si pensaba en mi propia muerte. Importaba lo que en otros provocaría, los arrepentimientos, las fantasías, la inconsolable soledad a la que arrastraría a mis afectos. Quizás me permitía pensar así porque intuía que esos padres, en el fondo, eran inmortales.
Ahora que el tiempo de mi vida no es el de los largos veranos ni el de las tardes lentas, veo en sus rostros pliegos y cansancio y comprendo que no estamos afuera del tiempo, ni operamos sobre él.
Ahora que veo su cansancio no puedo ni pensar en eso. Al contrario, día a día me permito sacar un velo y animarme a verlos a pesar de mí, como dos personas que han recorrido un largo camino del cual yo sólo soy un fragmento y una vacilación más. Veo sus fotos de antes de mí, imagino sus combates silenciosos y me digo que soy un tonto, que por querer ver a dos padres me he perdido dos personas a las que iré descubriendo después, cuando eso ocurra. Porque entonces sí vendrán a mi, entre anécdotas, fotos y pequeños objetos vedados como dos voces más de esta gran muchedumbre. Entonces sí, sabré que no apropiarme de un luto que no me pertenece me permitirá animarme a ver a aquellos que por estar tan cerca jamás pude ver y a aceptar que como cualquiera de nosotros están hechos de perfectas contradicciones, de acompañadas soledades; atrapados en un tiempo que viene del mañana y nos arrastra hacia el pasado.
Ahora, en estos días en que lentamente me sumerjo en mis propios combates cotidianos esa frase me retumba y me retumba. Quizás porque me doy cuenta que yo tampoco confundiré el luto cuando esa simple verdad, eso, ocurra .No como antes, no como ese pibe que imaginaba eso como una especie de rigor romántico, como si la muerte de mis padres me pudiera inundar de una especie de melancolía mágica, de una tragedia morbosa y fantástica., como si su perdida me brindase un don poético, un patético y sublime dolor por el cual mi yo se volvería interesante. Lo mismo ocurría si pensaba en mi propia muerte. Importaba lo que en otros provocaría, los arrepentimientos, las fantasías, la inconsolable soledad a la que arrastraría a mis afectos. Quizás me permitía pensar así porque intuía que esos padres, en el fondo, eran inmortales.
Ahora que el tiempo de mi vida no es el de los largos veranos ni el de las tardes lentas, veo en sus rostros pliegos y cansancio y comprendo que no estamos afuera del tiempo, ni operamos sobre él.
Ahora que veo su cansancio no puedo ni pensar en eso. Al contrario, día a día me permito sacar un velo y animarme a verlos a pesar de mí, como dos personas que han recorrido un largo camino del cual yo sólo soy un fragmento y una vacilación más. Veo sus fotos de antes de mí, imagino sus combates silenciosos y me digo que soy un tonto, que por querer ver a dos padres me he perdido dos personas a las que iré descubriendo después, cuando eso ocurra. Porque entonces sí vendrán a mi, entre anécdotas, fotos y pequeños objetos vedados como dos voces más de esta gran muchedumbre. Entonces sí, sabré que no apropiarme de un luto que no me pertenece me permitirá animarme a ver a aquellos que por estar tan cerca jamás pude ver y a aceptar que como cualquiera de nosotros están hechos de perfectas contradicciones, de acompañadas soledades; atrapados en un tiempo que viene del mañana y nos arrastra hacia el pasado.
6 comentarios:
Descubrir que los padres son falibles es como una moneda: por un lado uno se entristece, porque su héroe de la niñez desaparece; por otro encontrás que hay alguien que no es perfecto, y que eso, precisamente, es lo que convierte a esa persona en alguien aún más cercano. Ya no tenés que pasar cuenta de nada como si rindieras examen, porque estás hablando con alguien que también tuvo y tiene sus fallos. Podés liberarte, ponerte en otro ámbito, hablar desde otro punto de vista.
A mi mamá la trato así hace un montón, y también me da a pensar desde cuando surgió este acercamiento. Sinceramente no lo sé, pero prefiero ver una persona vulnerable a que una supermamá.
Saludos Ale! Me gustó mucho el blog aunque no he leído más que algunos artículos sueltos.
En estos días te mando un mail con lo de Bang!
Cam
PD: Yo tengo las manos frías. Siempre me pregunto ¿Qué es lo que da mas frío al resto del cuerpo? ¿Tener los pies o las manos frías?
Mucha reflexión, mucha reflexión, pero ud sigue sin agregar el blog de Belerofonte a sus links... esa si que es una traición!
... hace siglos comprobé que mi padre no era inmortal, de un instante a otro.
A partir de ahí, mi madre fue conviertiendose en aquella mujer a la que tanto queremos (y debemos) por encima de su título de MADRE, ya conviviendo con el de PERSONA (categoría que habremos adoptado para ella seguramente con nuestro crecimiento).
Después del palabrerío te digo: disfrutemos de ellos miestras los tenemos. Démosle una pizca al menos, de lo que nos brindaron... (que la cadena continua).
Y , se me ocurren un montón de cosas y frases que dijeron otras personas acerca de ésto, pero tu reflexión está mejor. Y agregales el link a los Uruguayos que tienen golpeadores pagos. Lo digo por experiencia propia.
te zarpaste Ale.
Un abrazo.
Olvidé decirlo, pero uno de los capítulos de mi seudo novela está inspirada en este texto. Cuando habla de la vulnerabilidad. Hermosas, tus palabras!!
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