miércoles, 16 de julio de 2008

Simulacro


Simulacro es una obra de teatro que escribí hace mucho. Nació de una escena de Crimen y Castigo de Dostoievsky que se fue mezclando con otras cosas (imágenes poéticas de Pizarnik, el teatro absurdo, el humor negro) hasta terminar como terminó: un universo habitado por personas cuya personalidad varía continuamente por lo caprichoso de sus sentimientos. Varias veces pensé en llevarla a escena pero nunca me decido a hacerlo, bah, nunca me decido a empezar a llamar a las personas necesarias. Acá les dejo dos escenas del cuadro I. La idea original es en blanco y negro. Se necesitarían una bailarina, una cantante lírica y un muñecote que pueda manipularse fácilmente. Si le interesa a alguien, que haga toc – toc en mi puerta.


Escena I:

La escena transcurre en el cuarto de pensión de Alejo Rañeski. Es un ambiente casi vacío. Hay una silla o un cubo negro sobre el cual Alejo está parado. Una mesa redonda y una ventana que comunica al patio.
El cuarto está en penumbra salvo por una luz expresionista que ilumina al personaje.

Alejo: Mi nombre comienza con la letra A. Es curioso, ¿no? Siempre se me ha ocurrido un símbolo la manera en que esa A nace desde lo alto, desde un sólo punto que se va separando hasta morir dividido en el abismo.
Me resulta igualmente curioso que esa A con su doble muerte, con su cuerpo partido, con sus direcciones opuestas, sea el punto de partida del abecedario; como si se quisiera decir que el lenguaje nace de esa separación; como si todo lo que fuera nombrado, fuera sólo una parte de lo que quisiéramos nombrar... y, entonces, nos vamos enredando en un lío de palabras sin notar que detrás van quedando figuras fantasmales que no atendemos ni ubicamos. Nos preocupamos siempre por dar con la definición exacta pero solo hay ausencia detrás de cada palabra. (Saca un revolver de entre sus piernas y lo mira) Aplastado, detrás de este cuerpo, casi olvidado, estoy yo. Hay que liberarse. Partir. (poniéndose loco) Partir suena a dividirse. Hay que partir el cuerpo para liberarse. (Alejo se pone el arma en la nuca)

Se escuchan tres golpes en la puerta. Silencio. Nuevos golpes. Deja el arma a un costado.

Alejo: Pase
Visitante: ¿Alejo Rañeski?
Alejo: El mismo.
Visitante: Esto es para usted.
El visitante le entrega una caja enorme. Alejo la abre. Hay una muñeca de proporciones humanas adentro.
Alejo: Explíqueme que significa esto. Si es una broma, es de muy mal gusto.
Visitante: Mire, no se ofusque. No sé nada, a mí me pagan por llevar las cajas. Jamás se habla del contenido. Lo juro. Una vez llevé una bomba.
Alejo: ¿Una bomba?
Visitante: Sí, era un paquete normal. Me llamaba un poco la atención el ruido que hacía pero...
Alejo (Que mientras el Visitante le hablaba había puesto la cabeza sobre la muñeca. Se aparta con espanto): Un ruido. Escucho un ruido dentro de ella. Tum – Tum.
Visitante (Sin tenerlo en cuenta): Es su corazón. Como le decía, se mandan cada cosa que yo que sé. Diga que dejé el paquete y me fui rápido porque se me hacía tarde. Siempre se me esta haciendo tarde para ir a algún lado. Ahora es tarde para mí, ¿sabe? No quedó nada. Ni la puerta de entrada. Sabe, si usted no la quiere yo puedo quedármela. Es bastante bonita y con la escasez de mujeres que hay últimamente. Se la puedo comprar.
Alejo: ¿Qué trata de decir?
Visitante: (Mira el arma) Quizás usted no la llegue a usar.
Alejo: No se confunda. Es un asunto muy delicado. (En tono confidente) ¿Quiere saber?
Visitante: Realmente la quiero.
Alejo: ¿qué cosa?
Visitante: La muñeca.
Alejo: Ah, no quiere saber. ¡Usted no entiende nada! ¡Cobarde!
Visitante: y cerrar los ojos es terminar con el mundo. Ese estribillo me lo se de memoria. Vamos, ¿qué quiere por ella?
Alejo: El mundo no es lo que gira.
Visitante: ¿Cuánto por ella?
Alejo: Llévesela. Es suya. Usted la trajo
El visitante se está yendo con la muñeca
Alejo: Mi nombre empieza con la letra A. Es... es... es... ¡Ahora no puedo! ¡No puedo!
Visitante: ¿Me habla a mí?
Alejo: Usted, usted es un cerdo. (Lo imita caminar) Todos los que caminan como usted son unos cerdos. No desperdicio mi tiempo en cerdos. ¿Entiende?, mi tiempo. No, no puede entender si ni siquiera quiere saber.
Visitante: (Acariciando el pelo de la muñeca) Es que somos distintos. Lo que toco, lo toco y me alcanza con eso. Me alcanza con el tacto para saber que estoy vivo. (Comienza a retirarse)
Alejo: ¿Qué hace?
Visitante: Me voy.
Alejo: ¿Qué hace con la muñeca?
Visitante: Me la llevo.
Alejo: Cerdo, esa muñeca es mía.
Visitante: La traje yo.
Alejo (Le arrebata la muñeca): Tiene escrito mi nombre. ¡Cerdo! (Alejo le pega con el arma hasta dejarlo indefenso en el piso)
Alejo: Pero que hace allí. Vamos levántese.
Visitante: Disculpe la confianza es que...
Alejo: No, no, no tiene que disculparse conmigo. Yo no valgo nada. Soy solamente un cerdo. Vamos, levántese caballero. No puede estar tirado. No es por mi, sabe. (Señalando hacia la ventana) Es por los vecinos. ¿Qué van a pensar de usted, eh? Vamos, levántese ¿Quiere un té?
Visitante: No, gracias. Debo repartir otros paquetes. Se me ha hecho tarde. Siempre se me hace tarde. Tan tarde. No sabe que triste sensación.
El visitante se está yendo
Alejo: La muñeca. ¿no la quiere?
Visitante: ¿Yo? ¿Cómo se le ocurre? ¿Acaso me parezco a uno de esos tipos?
Alejo: Sólo preguntaba. No quise ofenderlo.
Visitante: Debería avergonzarse. Rebajarme a semejante deseo. Una muñeca. ¡Por dios!, es una muñeca.
El visitante sale ofendido.

Escena II:
Alejo recoge el arma. Pone a la muñeca en el sillón.
Alejo: (A la muñeca que está de frente a él). Repite: no es mi culpa.
Muñeca: No es mi culpa.
Alejo: Ahora di: tu nombre empieza con la letra A.
Muñeca: Tu nombre empieza con la letra A.
Alejo: Es curioso, ¿no? Siempre se me ha ocurrido un símbolo la manera en que esa A nace desde
Basta, basta. Si me miras así no puedo.
(Alejo fastidiado pone a la muñeca contra la pared. Se sube a la silla y se pone el arma en la nuca)

Se escuchan tres golpes en la puerta. Silencio. Nuevos golpes. Deja el arma a un costado.

Alejo: Pase
Mujer: ¿Alejo Rañeski?
Alejo: Sí (La mira. Es una mujer muy sensual. Está acompañada por una nena a la cual acarrea por medio de una correa) Ah, no me diga nada. Viene por la muñeca, ¿no? Llévela, deben habérmela mandado por error. Yo nunca pedí una muñeca.
Mujer: Vengo por otro motivo (Le muestra la nena) Te presento, esta es tu hija perdida.
Alejo: (Para sí) No, yo no perdí una hija. Perdí un sobre con un pez rojo adentro. Perdí una canica y un maniquí, perdí el tímpano cuando buceaba, perdí la noción del mapa dónde enterré mi jardín, perdí mi primer diente de ajo...
Mujer (irritada por la indiferencia de Alejo) Vengo por otro motivo (Le muestra la nena) Te presento, esta es tu hija perdida.
Alejo: Debe estar confundida, señora. Yo no conozco mujer. Es decir, yo... Ah, salvo una vez. Era muy chico, ¿sabe?. Tenía un sobre con un pez rojo adentro, una canica, un maniquí. Ah, tenía un tímpano. No sabe que ruiditos, que golpecitos. Y la tenía a ella que era hermosa. Ella y yo una vez, mi única vez.
Mujer: ¿No me recordás?
Alejo: No, a usted nunca la vi. Usted no puede ser ella, el tiempo no puede ser tan perverso con una persona. Como si le hubieran deformado el cuerpo a sopapos. Usted es realmente fea. Ella, en cambio, era una morena de aquellas. Si me costo como ciento cincuenta pesos los quince minutos.
Mujer: ¡Cerdo! Yo me acosté con tantos hombres que a su vez se acostaron con tantas mujeres que, a su vez, se acostaron con tantos hombres. No es ilógico pensar, entonces, que alguno de los que se acostó conmigo se halla acostado con alguna de las que se acostó con alguno de los que se acostó con ella. Por propiedad asociativa usted y yo nos hemos acostado y este es el fruto de esa unión. Ella es su hija. Cerdo, insensible, despiadado. Reconózcala. Dele el apellido que se merece.
Alejo: ¿Cómo se llama?
Mujer: ¿Cómo quiere llamarme?
Alejo: La niña, ¿Cómo se llama la niña?
Mujer: Si no le da un apellido al menos dele un nombre
Alejo: Betiana, Betiana estará bien.
Mujer: (sacando una bolsa llena de pedazos de comida) Dele una ración de esto todas las noches. (Sacando un plato) Este es su plato. Háblele mucho, se lo pido como favor, disfruta tanto cuando le hablan. Si se fija bien verá que a veces da la impresión de que piensa. Y siente, eso seguro, porque a veces le brillan los ojos o le despiden chorros de agua.
Alejo: ¿No habla?
Mujer: Tampoco muerde
Alejo: ¿Qué edad tiene?
Mujer: Para usted veinticuatro. Toda mi vida
Alejo: La niña, ¿cuántos años tiene la niña?
Mujer: No sabría decirle. A eso del año de haberla parido me la olvidé adentro del placard. Bah, en verdad no la olvidé. Lloraba y se arrastraba todo el día, de acá para allá, de allá para acá. Me distraía tanto que la metí en el placard para poder disfrutar en soledad de un dolor que sentía por esos días; al mes pensé en sacarla pero entonces quise unos días para estar en silencio, me sentía tan alegre. Después me olvidé de ella hasta hace un tiempo en que la encontré cuando buscaba una bata. No sabe que desgracia. Era una bata de seda con un dragón rojo bordado en la espalda y con el olor de un amante mío que era atleta y que después murió. Una verdadera desgracia. Una bata tan suave. Pensé en buscarla en el otro placard pero tengo miedo de encontrarme con otra nena o con el cadáver de mi amante atleta. Creo recordar que lo envenené para que no me dejara. Se llamaba Víctor o Carlos. No sé, pero que es una pena lo de la bata, eso se lo aseguro.
Ah, si come algún bicho, la nena digo, si come algún bicho no se preocupé que es una costumbre extraña que adquirió en el placard. Bueno, me voy. Es usted muy fiero pero si quiere podemos acostarnos un ratito. (Mira la muñeca) Claro, si su mujer no se pone celosa.
Alejo: No es por ella sabe sino por mi hija. A ella no le gustan las extrañas
Mujer: Podríamos conocernos más y entonces...
Alejo: (Apuntándole con el arma) Si no se va, la mató aquí mismo. Ya me tiene cansado con sus indirectas perversas.

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