martes, 11 de agosto de 2009

Dos cuentos breves

Un disparo al azar

A la china la quería. La quería de verdad. Era amable en la cama. Siempre dispuesta. Tenía un cuerpo redondo y suave.
A la china la quería. Tenía cosas que me fastidiaban. Limpiaba mucho la casa. Solía dejarme la ropa tendida. Me hablaba mucho de otras vecinas y siempre lloraba por cualquier cosa. Pero yo a la china la quería. Es la verdad.
La primera vez que me agarro la loca, llegué borracho a casa y llamé una puta. El timbre sonó como a las dos de la mañana. Abrió la puerta y ella y se encontró a la rubia teñida, rellena y con ropa triste que intentaba ser sensual sonriéndole del otro lado. La china me miro. Yo dije: “Viejita, no seas maleducada. Hace frío y tiene poca ropa” La otra entró, prendió un cigarrillo armado y murmuró: “No me avisaron. La fiestita vale doble”. Tiré uno billetes al piso y le dije “te pago por bailar no por hablar mierdas”. Ella miró los billetes y sonrió: ¿Sin música? Me puse a silbar y la rubia comenzó a bailar con torpeza. La china miraba a un costado. Lloraba. Mejor así, si quería llorar que llorara por cosas serias, no por angustias de mentira. No aguantó mucho la china, ni bien la rubia sacó las tetas afuera, manoteo un saquito color té. Un saquito que le quedaba chico y que me daba tanta lástima cuando se lo ponía. Cerró la puerta de un portazo. La rubia se quedó congelada. “Seguí, nena. Peor para ella si no quiere”.
La china volvió a la semana. Nunca hablamos pero cuando lloraba, al menos yo podía pensar que lloraba por aquella humillación y no por cosas abstractas. Algún día la golpee un poco fuerte. Algún día se lo hice de forma violenta pero ella seguía acá.
La segunda vez que me dejó fue por culpa del embarazo. Llegué tarde del bar, venía mareado y un poco furioso. La china estaba sentada en la mesa del living. Me esperaba con las manos cruzadas, un peinado prolijo y una sonrisa tímida que le doblaba la boca de un modo feo. A un metro de su codo derecho estaba el evatest tirado sobre la mesa. “Estoy embrazada” dijo. “Te felicito” dije, “espero que puedas con eso sola porque yo no estoy preparado para algo así” La china me miró con los ojos llorosos. “Me lo hubieras preguntado antes. No es mi culpa”. Juntó algunas pequeñas cosas en un bolsito y se fue.
Al mes la tenía en la puerta. Había abortado y estaba de vuelta.
Un día había leído sobre la vida de Burroughs. Esa noche la desperté pasadas la una. Le dije que se parara frente al placard. Le puse una manzana en la cabeza y me acosté en la cama. Saqué la ginebra y la pistola de la mesa de luz. Tenía cinco balas. Tomé un trago y disparé la primera. Pegó casi en el techo. Tomé otro trago y disparé. Pegó cerca de su pierna derecha. La china lloraba. No me decía nada. Pero estaba pálida. Después del tercer tiro que pegó cerca del cuello. Vi que se había meado. El cuarto tiro pegó otra vez por el techo. Antes del quinto, tomé un trago y cerré los ojos. Sentí como la bala rompía algo blando y al abrir los ojos vi los restos de la manzana pegados en la pared. La china llorando se fue para la puerta. Se fue en camisón. Y esta vez no volvió más.
A veces me la encuentro por la calle y baja la mirada o vuelve rápido para atrás o cruza corriendo la calle.
En cierta medida, pienso que el tiro se lo pegué. Al fin de cuenta ella está muerta para mí o yo para ella que es casi lo mismo.
A la china la quería de verdad.
En noches como estas pienso en porque será tan pero tan fácil romper lo que se quiere y tan pero tan fácil amar los que nos rompe.
En noches como estas pienso que facilidad tenemos los hombres para la destrucción.


Insomnio

No se porque se lo conté. Esas cosas que uno hace al principio. Un boludo, che. Le conté del viaje en el tren nocturno, de la mujer casada que me sonreía en el tren. De cómo nos metimos de noche en el baño juntos. Después de que se lo conté, ella no dijo nada. Ni sonrió, ni se espanto. No le dio ni un poco de importancia al asunto. Es cierto que entonces no nos conocíamos y que yo era un hombre sin compromisos. Lo cierto es que las noches de insomnio me levanto al lado de ella y pienso como puede ser que no le haya afectado ni un poco. Pero peor, pienso que si no le afecto nada es que para ella eso no es nada. Entonces me quedo toda la noche despierto pensando en sus putos secretos.

2 comentarios:

Valeria dijo...

Muy interesantes los dos cuentos, y debo confesar que los 3 (o 4 contandoa la chica del segundo) personajes me deron bastante tristeza. En fin, solo una apreciación personal.
Saludos!

KUBAN dijo...

Me gustaron las dos historias. Tienen algo especial que no logro definir con palabras. Te seguiré.