martes, 22 de diciembre de 2009

El imperio del humo 2

Muchachos y muchachas:
Me llegaron las vacaciones!!! Hasta el 25 de enero voy a estar de viaje, olvidado de todo, salvo de zacarías que seguirá saliendo acá (cuando pueda subirlo) pero si o si los viernes, en el blog de la productora.
Este año fue un lindo año. Gracias por estar del otro lado, dandole un sentido a todo lo que escribo. Y si de escribir se trata, este 2009 fue productivo: terminé el libro de poemas "Aguacero" y mi tercer novela "Como las pequeñas olas del puerto". Veremos si el 2010 acompaña con ediciones. Por lo pronto, les dejo la segunda parte de la novela que me tiene ocpuado ahora. Se llama "El imperio del humo" y viene lenta pero pareja. El fragmento que subí antes y este están en continuo proceso de reescritura pero me gusta mostrar lo que hago mientras lo hago.
Felicidades para todos!!!!!!!!!
Chin chin y buena vida.

Hay un río que nace en el cielo y baja por la tierra sembrando la vida. Un río cuya agua es la sangre de la tierra. Hay un hombre, un hombre obsesionado con descubrir el punto dónde el cielo y la tierra se unen: las fuentes del halago. Un hombre llamado Burton. Hay también otro hombre. Un hombre obsesionado por la fama. Un hombre llamado Speke. Hay un mar que tiene el color del corazón de todos los hombres. Hay un mar llamado rojo. Hay dos hombres que navegan por ese mar, dos hombres que sueñan de noche el mismo sueño pero que ninguno habita el del otro. Esta Zanzíbar y su tierra caliente. El barco llega y los dos hombres bajan. Ahora hay 130 porteadores, 30 asnos y suministros para dos años. Hay una ruta de esclavos y ellos que se pierden por dónde miles de pisadas caminaron antes bajo el peso de látigos. La travesía es larga. Toda vida está hecha de largas travesías. Ahora duelen los oídos. Hay infección. Hay dolor. También hay otras enfermedades. Toda vida está hecha de enfermedades que se suceden. Burton sufre parálisis. Speke casi no ve. Pero el deseo es más fuerte que la realidad y, casi sin ver, siguen avanzando. Su camino está adentro, no afuera. Casi ciegos ven una luz azul. El lago brilla como un diamante. Burton y Speke son los primeros extranjeros en contemplar su resplandor. Se sumergen en su agua. Hay risas y festejos. Hay comentarios de los locales. Hay un río que sale de su norte. Un río que debe venir de algún lado. Hay nuevas risas. Están cerca. Tienen que estarlo. Hay decepciones. Siempre las hay. El río del norte entra y sale del lago. Hay dolor, parálisis y ceguera de nuevo. El camino interior se desmorona y el exterior arremete con todas sus calamidades. Pero también queda una pizca de esperanza. Siempre la hay o moriríamos todos muy jóvenes, tremendamente jóvenes. Hay otro río. En otro lado. Burton quiere ir. Todos queremos ir a donde deseamos. Pero no siempre se puede. Speke deja a Burton enfermo y va solo hacia donde el otro le indica. Hay una nueva luz azul. Esta vez su brillo no tiene ni principio ni fin, una luz azul que se extiende hasta el fin del mundo. Sin embargo, aún no hay señales del río. Speke y Burton hablan. Le ponen un nombre al lago: Victoria. Están seguros que han llegado a las fuentes del río sagrado. Es una noche propicia para la charla. Una noche propicia para reconocer que han llegado, también, a su límite de posibilidades. Hay que volver. Alguna vez hay que volver. Hay que encontrarse con lo que se ha dejado y con lo que se ha traído. Ver las distancias que nos separan de nosotros mismos. Cada tanto hay que hacerlo si no se quiere vivir como ya no se es. Burton se queda en las tierras calientes. Speke vuelve a las tierras antiguas a buscar más crédito para seguir con la expedición. Burton no puede acompañarlo. Sufre. Sus enfermedades lo hacen sufrir. Es el sufrimiento del que quiere seguir y no puede. Está muy enfermo. Tiene que reposar. La antigua tierra tendrá que extrañarlo. Hay un pacto. Todavía habrá silencioso sobre el lago sin fin. Todavía habrá silencio porque no se está seguro de nada. Los secretos solo dejan de serlo cuando son una verdad, sino mejor dejarlos que crezcan en la noche. Si un secreto se revela demasiado pronto y sólo contiene mentira, lo oscurece todo. Mejor esperar a que el secreto madure su claridad. Speke llega. Está cansado. Pero ni el cansancio ni el resabio de sus tribulaciones lo frenan. Al segundo día de su llegada a las antiguas tierras habla. Pero no habla con su conciencia, habla desde su deseo de fama. Habla con el presidente de la Real sociedad Geográfica y cuenta su descubrimiento. Quiere volver para demostrarlo y para eso necesita plata. La plata sólo viene si se la convence de que traerá más plata o algo que la justifique. Burton está enfermo pero en sus sueños delirantes de fiebre y malestar algo intuye y parte tras de Speke. Llega dos días después. Pero hay veces que un día es tan importante como toda una vida. Speke es un héroe y él un hombre olvidado. Se muda de ciudad. Hay quien piensa que las penas pueden dejarse en algún sitio. Desde la nueva ciudad escribe su versión. Toda escritura es eso. La versión de algo. Un año después Speke parte para confirmar su hallazgo. El compañero ahora es otro y se llama Grant. Otra vez el mar del color de la sangre. Otra vez Zanzíbar y la tierra caliente. Otra vez la dureza de las enfermedades y los nativos. Pero los nativos ahora son más duros que antes y los mantienen apresados un tiempo. Míserias. Hambre. La traición tiene ese sabor. Pero logran escapar y llegan a unas cataratas a las que le ponen el nombre del presidente de la Real Sociedad Geográfica. Así de sucios son, así de chupamedias. Pero el río tiene sus cauces, sus destinos. Y otra vez caen presos de los nativos. Logran partir tiempo después pero ya no tienen casi equipaje. EL hambre y las necesidades se multiplican tanto como las enfermedades y los problemas. Son solo veinte hombres que caminan por la arena calurosa. Hay un cazador de elefantes que quiere su recompenza. Hay extravíos. Idas y vueltas. El camino hacia la obtención de un deseo es retorcido, espiralado y lleno de trabas. Se llega siempre demasiado cansado para disfrutar de lo obtenido. Pero han llegado. El telegrama llega a la tierra antigua. “La fuente está localizada”. De nuevo el mar del color de la sangre y la tierra antigua que los recibe. Están derrotados y victoriosos. Así de complejo es esto. Speke cuenta su historia. La veracidad del hecho está en dudas. La verdad siempre está en dudas. La versión de Burton empaña la victoria. ¿Quién dice la verdad? ¿Quién miente? ¿Acaso los dos inventan su historia? Mejor reunirlos y que hablen. Que ambos hombres digan conjuntamente sus verdades. Burton espera en el estrado. Quiere ver la cara del traidor. Pero Speke no llega. El día anterior se le ha disparado la escopeta mientras cazaba y de él sólo queda una mancha de sangre en una pradera. Un mancha de sangre que mancha toda la historia, se junta con el agua y riega la tierra.
Luego de la historia de Ata comprendí que la relación entre mi traidor y yo sólo podía tener un final. Desde entonces llevo una pistola que no sé usar. Nunca maté a nadie. Él tampoco aunque piensa que sí. Su hijo estuvo preso en la época en que aún éramos amigos y llevábamos juntos el negocio, allá, en el norte. Recuerdo que estábamos tomando una cerveza en un antro, música mala, mujeres en tetas bailando contra un caño y él con los ojos rojos por un llanto mal disimulado. Es que todos tenemos un dolor agazapado en la mirada. Su hijo había matado a golpes a otro hijo. Hijos contra hijos de eso se trata el mundo. Su hijo pasaba el día fumando porros. Tenía unos dieciocho años. Sus amigos también. Paraban en una de las plazas centrales de la ciudad. El otro hijo pasó caminando. Paseaba un perro y usaba un pañuelo rosa en el cuello. Comenzaron largándole insultos pero terminaron golpeándolo hasta matarlo. Su hijo había matado al hijo de otro y era como si él mismo lo hubiera hecho.

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