miércoles, 2 de febrero de 2011

Aquella mirada

Sí, el osito es simpático pero se está devorando el blog. Para darles un poco de respiro, les comparto un texto. Es el resultado de un ejercicio de escritura que me impongo dos veces por semana. No buscan nada en concreto, mantener el músculo en tensión.
A partir de Marzo, el blog pasará a ser una especie de revista cultural y cada día de la semana tendrá su propia actividad. Todos los martes, por ejemplo, se publicará a la manera de folletín, un fragemento de una novela que prometo no interrumpir. Los demás días... paciencia, tengo lindas sorpresas.
Aquella mirada
El hombre no subió al ascensor. Se quedó mirándome fijo hasta que las puertas se cerraron. Fue tal su mirada que mientras el aparato se trasladaba de un piso hacia otro todavía seguía sintiéndome observado. Incluso podía verlo perfectamente a él, ahí abajo, contra las puertas, con la cabeza hacia arriba, mirándome.
Algo en aquel hombre me había parecido familiar. Acaso el gesto de desprecio con el que me dijo que no, que no lo esperase, que él no subía.
A nadie le gusta compartir el ascensor. Pero todos disimulamos. Su negativa, en cambio, había demostrado una repulsión franca e inequívoca.
La frialdad de su cara. No sé, pero algo en él me había remitido inmediatamente a alguien de mi entorno. A veces pasa que encontramos gestos de nuestros amigos en otras personas.
No me asustó verlo parado en la puerta de la oficina apenas bajé del ascensor. En serio, no fue miedo, apenas sorpresa.
No lo miré ni una vez. Me quedé cabizbajo, esperando. Dejé que fuera él el que tocara la puerta de madera adornada con la letra G.
Mientras esperábamos que nos abrieran, sentía su mirada insistente sobre mi pómulo y era tan molesta como la punta de una bufanda mal enrollada.
Cuando su secretaria nos abrió, entré primero, adelantándome de forma grosera, lo asumo, e incluso quise pegar un portazo sorpresivo para dejarlo del otro lado. Al fin y al cabo, la entrevista era conmigo. Al menos, este es el horario que nosotros habíamos pactado la semana pasada.
Su secretaria sostuvo la puerta con sus brazos y con sus piernas. Mantuvimos una pequeña pulseada. Debo asumir que ella puso más firmeza que yo y pudo evitar el portazo.
Me reprimió con una ademán de la cabeza y me mandó a sentar y mientras la obedecía vi con toda claridad como invitaba a pasar a mi oponente a la recepción.
¿Qué quiere que le diga? ¿A qué viene tanta mentira? ¿Para qué seguir negándolo?
Los dos sabemos que está del otro lado de la puerta, mirándonos a través de ese falso espejo y tomando nota de todo lo que hemos hablado a lo largo de estos meses.
¿Lo niega?
Acaso no se da cuenta de que he descubierto todo. Ahora entiendo la familiaridad que despertaba su presencia en mi memoria.
No puedo creer que sea tan testarudo, doctor, que siga tratando de defender lo indefendible. Me sigue, doctor, me sigue durante todo el día.
Anota mis actos, mis palabras, mis reacciones. Me estudia, doctor. Y cuando finalmente se anime y me invada, vendrá por usted. Eso quiere, doctor, apropiarse de nuestras identidades…

2 comentarios:

Laura Ponce dijo...

Jeje. Muy lindo. Lindo de un modo inquietante :-P

Aquelarre Producciones dijo...

¡Mooooy buenooooooo!
Bárbaro lo de la renovación del blog! Como si no tuvieras cosas para hacer, eh...
¡Abrazo!

Marcos