Rolón, acaso por huevón, vivía su vida como un culebrón. Su destino estaba unido a los caprichos del género femenino. Se movía con una mezcla de devoción y galantería que volvía a las mujeres imanes de noches e historias crueles. Rolón nunca pudo andar un camino recto, lo suyo son las curvas y las delanteras con buenas puntas.
Tengo en mi memoria un catálogo completo de los fatídicos sucesos que por correr tras un buen trasero sucedíole a nuestro compañero. Pero no nos distraigamos en el pasado pues nuestro moscardón patalea y patalea con ansia y fatiga pues dentro de una caja de fósforos dorado ha quedado encerrado. Y eso, otra vez, por una traición femenina.
Priscila hablaba cigarro en mano y con su boca oculta tras el halo del tabaco. “No podrá negarme, querido amigo, que usted es Rolón, el detective moscardón. No importa de que modo sé ese dato, sólo importa que lo sé y que necesito de su protección y su amparo. No me miré con asco, sabré pagar caro por este caso”
“¿Y dónde necesita usted mi mano?”, preguntó picarón el moscardón.
“Aferrada a su arma. Necesito que usted sea mi guardaspalda en un asunto un poco turbio. Lo mejor será no saber demasiado. Sólo acompáñeme durante dos días, reciba su paga y desaparezca en la nada”
“Bien, ¿y cuando empieza el trajín?”
“A medianoche, toque el timbre de mi casa. A la voz del mayordomo responda Delfín y súbase al auto negro que aparecerá por el jardín. Allí estaré yo. Después iremos a una reunión importante y mañana si no hay problemas me acompañará a otra reunión tras la cual recibirá su paga. Esta es mi tarjeta. La dirección de mi casa está en ella. No llegué tarde”
“Al amor siempre se llega temprano o tarde, nunca a tiempo”
“Eso es lo lindo del asunto”
Priscila escupió una nube de humo y despidiose del gigante. Mas antes de desaparecer dio marcha atrás y le dijo en el oído: “Cambiese, bañese y afeitese. Vamos a una cita importante” Diole un beso que traicionero, quedó a medio camino entre el labio y el cachete, beso que lo dejo hecho un barrilete.
Tengo en mi memoria un catálogo completo de los fatídicos sucesos que por correr tras un buen trasero sucedíole a nuestro compañero. Pero no nos distraigamos en el pasado pues nuestro moscardón patalea y patalea con ansia y fatiga pues dentro de una caja de fósforos dorado ha quedado encerrado. Y eso, otra vez, por una traición femenina.
Priscila hablaba cigarro en mano y con su boca oculta tras el halo del tabaco. “No podrá negarme, querido amigo, que usted es Rolón, el detective moscardón. No importa de que modo sé ese dato, sólo importa que lo sé y que necesito de su protección y su amparo. No me miré con asco, sabré pagar caro por este caso”
“¿Y dónde necesita usted mi mano?”, preguntó picarón el moscardón.
“Aferrada a su arma. Necesito que usted sea mi guardaspalda en un asunto un poco turbio. Lo mejor será no saber demasiado. Sólo acompáñeme durante dos días, reciba su paga y desaparezca en la nada”
“Bien, ¿y cuando empieza el trajín?”
“A medianoche, toque el timbre de mi casa. A la voz del mayordomo responda Delfín y súbase al auto negro que aparecerá por el jardín. Allí estaré yo. Después iremos a una reunión importante y mañana si no hay problemas me acompañará a otra reunión tras la cual recibirá su paga. Esta es mi tarjeta. La dirección de mi casa está en ella. No llegué tarde”
“Al amor siempre se llega temprano o tarde, nunca a tiempo”
“Eso es lo lindo del asunto”
Priscila escupió una nube de humo y despidiose del gigante. Mas antes de desaparecer dio marcha atrás y le dijo en el oído: “Cambiese, bañese y afeitese. Vamos a una cita importante” Diole un beso que traicionero, quedó a medio camino entre el labio y el cachete, beso que lo dejo hecho un barrilete.
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