jueves, 5 de febrero de 2009

Aguacero VI


Estoy en el baño,
sentado en el inodoro
En la bañadera hay un shampoo
En el shampoo leo:
“Mantener alejado del alcance de los chicos”
Es así, pienso,
escribir es eso,
poner en contacto las tensiones del día:
el remisero,
la soledad,
mi prima,
la infancia,
el shampoo
Escribir, por ejemplo:
“Deberíamos
mantener a los niños
fuera del alcance del mundo
O poner el mundo
al alcance de los niños
para que lo manchen con crayones
y le muerdan los bordes.
No,
no digo que la infancia
sea ese lugar pleno,
un absoluto de bondad.
La puta que se sufre de niño,
la puta que se llora mucho y mal.
Pero, igual deberíamos
poner el mundo al alcance de los niños
y que lo den vuelta por completo
que lo hagan bolita y se lo metan en la boca.
Deberíamos
equivocarnos mucho más.
Pecar de frágiles y de ingenuos
y ser traicionados cada día
Deberíamos
permitirnos muchas cosas,
muchos más errores
¿En qué pensamos?
¿Pensamos?
Es eso,
pensamos
pero eso no significa nada,
pensar es tan fácil
Deberíamos hacernos niños
cada jodido día,
cuando apagamos el despertador
y nos duchamos
y salimos vencidos a la calle
Deberíamos
equivocarnos todo el tiempo
y que el error sea por nuestra esperanza
y no por nuestra soberbia
Deberíamos
poner a los niños fuera del alcance del mundo,
en una repisita,
y que ellos hagan su mundo
sin tanto recuerdo viejo y amargo;
ese sabor remanente que sigue y sigue
de pensamiento a pensamiento
arruinándonos la vida
Deberíamos
poner el mundo al alcance de los niños
y que lo desnuden,
lo toquen,
y lo hagan de nuevo
Que se yo,
quizás no pase nada
Pero nos habremos muerto jóvenes
y no tan tan viejos,
tan tan cansados”
Sí, después hay que corregirlo,
prima,
ordenarlo,
andar puliéndo mucho
Pero eso es después.
Después de exorcizar,
prima,
de poner lejos o cerca,
de decir el miedo
o de rodearlo y taparlo
Corregir, sí,
pero después, mucho después
de andar preguntando en el andén.

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